Esa soy yo

No existe en el mundo otra persona como yo, ¿sabes? Tampoco existe otra sonrisa como la tuya, que me haga sentir que soy fuerte, que puedo con todo. Pero bueno, ese es otro tema. Vagueo 25 horas al día y pienso en ti más de lo que es bueno. Me gusta el 43 y el Vodka, pero si bebo es para verte dos veces. ¿Loca yo? Por favor, me ofendes. Simplemente tengo los huevos de ser como soy y no como quieren que sea. ¿Quieres hablar de mí? Hazlo, pero ya que presumes de valentía, mejor que sea a la cara. Estoy harta de personas que van de mucho y no llegan a nada, estoy harta de personas que prometen ser tan importantes como el universo y al final no llegan ni a un soplo de aire fresco. Me gusta ser así. Vivir la vida al máximo. Reírme de los momentos malos que pasé. Llorar hasta hartarme cuando mi vida está patas arriba. Y después sacar fuerzas de donde sea para levantarme del suelo y volver a dar guerra. Enrollarme con los mejores chicos de la ciudad. Tener un carné falso para entrar en cualquier lugar. Fumar y evadirme en el humo. Emborracharme hasta no acordarme de como me llamo. Tener los tacones más altos del país y acabar volviendo a casa descalza. Ser la princesa de tus sueños y la reina de mi vida. Quiero todo lo que sea imposible de tener. En resumen, quiero tener el mundo a mis pies. Pienso que en la vida si no te arriesgas no vives, y por eso un día decidí tirar los miedos por el balcón y empezar a ser la loca que sonríe 25 horas al día, la que improvisa porque odia los planes, la que canta en medio de un montón de gente aunque desafine, a la que no le importa bailar en medio de la calle. Esa soy yo, y si no te gusta, ahí tienes la puerta.

18 mayo 2013

'No vales para nada. Nunca serás suficiente para nadie.'
Mientras lloraba en silencio sobre la cama, esas palabras resonaban en mi habitación. Pero allí solo estaba yo. ¿Qué pasa cuando la persona que más daño te hace y la que peor te ve eres tú misma? Nada de lo que te digan cambia lo que crees, lo que siempre has visto reflejado en el espejo. Una chica débil, frágil, que se disfraza cada mañana como si de Carnaval se tratase para evitar preguntas. Sale a la calle fingiendo ser feliz, o al menos, intentando aparentar estar menos rota de como se siente realmente. Te saluda, siempre tiene una estúpida sonrisa en la cara que te hace creer que está contenta, que le gusta su vida, que tiene momentos mejores y peores pero que está satisfecha. Una chica digna de envidiar, vaya. Pero lo que no sabes es todas las mentiras que se esconden bajo su sonrisa mientras sus ojos te miran intentando pedir ayuda. Sus ojeras no las tapa ni el maquillaje y su resignación ante la mierda de vida que lleva le aplasta cada día un poco más. Sale lo justo y siempre tiene excusas. Te pregunta cómo estás para evitar tener que ser ella la que responda. No tiene envidia hacia los que sí son como aparentan, solamente siente pena de sí misma. Rabia porque se cree culpable de todo lo que le pasa. Come poco y fuma mucho, reflexiona sobre el sentido de la vida mientras el humo se disipa con el aire que entra por la ventana de su cuarto y sabe que ella lo ha perdido, que su vida ha dado tantas vueltas y se ha chocado contra tantos muros que ya no encuentra el sentido para llegara ser algo. Ya no tacha días en el calendario porque todos le parecen iguales. Días de mucho llorar y días de llorar mucho, es simple. Nunca la verás llorar y nunca reconocerá que no puede más, no quiere implicar a nadie más en esa locura mental que tiene desde hace años. Está harta de despertar cada día, está cansada de luchar contra sus propios pensamientos, quiere acabar con todo, pero ni siquiera para eso le quedan fuerzas.

14 mayo 2013

Son tiempos raros [...malos]
Hablan de poesía los que riman cuatro frases y no conocen a Neruda o Bécquer.
Hablan de música los que se encierran en sus ídolos y consideran tristes al resto.
Hablan de corrupción los que viven entre maletines y regalos.
Hablan de pobreza desde sus casas en la playa mientras miran como otro les lava el coche.
Hablan de seguridad y protección y míralos, porra en mano.
Hablan de hipocresía los que cambian de ideología como los tronistas de mujeres y hombres y viceversa de follamigo.
Hablan de educación los que intentan volvernos ignorantes.
Hablan y hablan y hablan... y yo empiezo a cansarme de escuchar tanta basura.

Tu boca se hacía dueña de la mía, tus manos me robaban la ropa y tus caderas me empujaban contra la cama. La almohada era testigo de un amor que parecía eterno, las paredes escuchaban la banda sonora de unos gemidos y unas risas que emanaban felicidad por todas partes. Con el pelo aún alborotado y las mejillas coloradas te miraba sonriendo, y entonces tú me decías que te encantaba que mis ojos se te clavaran así, como si no existiera nada más alrededor, como si no hubiéramos hecho el amor, como si el amor nos hubiera hecho a nosotros. Yo me tiraba encima de ti y tus brazos me recogían, y volvías a besarme, pero esta vez más despacio. Después me quedaba dormida, con tu respiración colándose en mis sueños y dibujando una curva en mi cara. Y al despertarme tú seguías ahí, con esos ojitos que me volvían (y siguen volviéndome) loca cerrados, y entonces yo me quedaba así, entre tus brazos. Nos pasámos así la mayoría de los meses, viviendo de noche y durmiendo de día. Íbamos al contrario del mundo pero no nos importaba, realmente, a mí no me importaba nada que no tuviera que ver contigo. Pero un día todo eso se terminó. Dejamos las risas y solo se escuchaban gemidos, la unión de dos cuerpos que cada vez estaban más lejos. Olvidamos el amor y nos dedicamos a follar. Las sábanas cada vez se movían más y nuestras bocas se paraban por momentos. Desaparecieron las cosquillas, besos y caricias que antes inundaban mi tripa, las mariposas que volaban dentro de mí retrocedieron y se volvieron asquerosos gusanos. Y créeme que te quise, que te quise más de lo que puedas llegar a imaginar y que estoy segura que nadie volverá a mirarte con los ojos con los que yo te observaba cada instante. Que aquella noche hubiera dado cualquier cosa por volver atrás. Pero ya no había mucho que decir. Éramos distintos, estábamos distantes. Y cuando dos corazones han sido uno, al separarse, solamente son cuatro trocitos rojos mal pegados con agua y sal (ay, cuántas lágrimas corrieron por las mejillas que antes se encendían) que recuerdan cuando eran juntos felices pero que no encuentran un pegamento con el que volver a unirse.

13 mayo 2013

He cambiado. Todo en mi vida ha cambiado. Nadie me trata igual, los tíos vuelven a mirarme como si fuera un trozo de carne en una carnicería, muchas chicas susurran cuando paso a su lado que se veía venir, que no era suficiente para ti. Mis padres no me agobian tanto, y creo que hasta yo me miro de forma diferente a como lo hacía cuando seguías aquí.
Mi corazón ya no late igual, va más despacio. Parece que está cansado. Supongo que cuando te llevaste una gran parte de él tuvo que hacer el doble de esfuerzo para seguir manteniéndome aquí.
Mi boca está siempre cerrada. Como poco, hablo menos aún y apenas sonrío. De besar ni hablamos... aún no me imagino tener tan cerca otros labios.
Mi culo también te está echando de menos. Vale, suena raro, pero te juro que le noto más triste que cuando era una de tus vistas favoritas.
Y mis ojos... ay, qué decir de mis ojos... ¿Recuerdas que decías que a pesar de ser marrones eran los más bonitos que habías visto? Pues si los vieras ahora no creo que dijeras lo mismo. Están apagados, no han vuelto a brillar excepto cuando lloro, pero eso ya sucede pocas veces, estoy intentando dejar de inundar la almohada cada noche mientras me ahogo en gritos silenciosos.

Estaba hasta las trancas por ti, chico, y he necesitado perderte para darme cuenta. ¿Por qué empezamos a valorar lo que teníamos cuando ya no es nuestro? ¿Por qué no me di cuenta antes de todo lo que podríamos haber sido?
Ahora estás ahí, frente a mí con un arma cargada de excusas, y mientras yo con mi frágil escudo inocente, intentando creer todo lo que sale de tu boca. Dices que no nos olvidaremos, que hemos sido algo grande y que lo intentaremos más adelante, cuando estemos preparados para algo así... pero ambos sabemos que es lo que tienes que decir, es lo que toca en estos casos. Yo interpreto bien mi papel y crees que no estoy triste, pero tus palabras van quemando este papel de una esquina a la otra.
Intentas convencerme, darme argumentos para que piense que mi vida será mejor sin ti, que habíamos desgastado lo que sentíamos, que nos estábamos destruyendo el uno al otro. Pero yo sé bien que no es así. La vida seguirá, pero ¿cómo? Si no soy tu chica ¿quién soy? ¿Quién va a abrazarme cuando despierte gritando en medio de la noche? Aunque es probable que ya no tenga más pesadillas, porque creo que lo que  está sucediendo ahora mismo es lo que más temía: nos hemos perdido.


12 abril 2013

Vuelan los meses, como si fueran hojas de un viejo calendario colgado en la pared arrancadas por el caprichoso viento. Tan caprichoso como el tiempo, que un día pasa tan lento y al siguiente se nos esfuma entre los dedos. Y la lluvia golpea con fuerza la ventana por la que tantas veces te vi pasar, y entonces, como por arte de magia, empieza a subir tu olor por mi nariz, quemando y rompiéndome por dentro, como la cocaína. Quizás ya no huelas así, quizás hayas cambiado de colonia y este se haya convertido en un viejo recuerdo, pero no puedo evitar desear que siga siendo el mismo, que tú sigas siendo el que fuiste algún día.

El tiempo pasa rápido. Y tú olvidaste a la misma velocidad. Dejaste de recordar las tardes frías de noviembre paseando por las calles, cuando el resto del mundo no existía, cuando allí solo estábamos nosotros dos, cuando habíamos dado el corto paso que hay entre amor y odio. Mientras tanto yo seguí aquí, acordándome de ti cada día. En cada nota musical, en cada uno de mis lunares. Me conformaba pensando que quizás tu también estarías pensando en mí, aunque tan solo fuera una vez a la semana. Pero realmente, siempre supe que no lo hacías.
Esa fue la diferencia entre tú y yo.
Tú te adaptaste al presente, al tiempo, comenzaste a vivir deprisa, corriste tras la felicidad. Yo, en cambio, me quedé atascada en el recuerdo, viviendo lento, dejando pasar todos y cada uno de los trenes que podían sacarme de esta triste estación.